Inicio Ginecoestética La mitad de los pacientes con incontinencia no piden ayuda médica

La mitad de los pacientes con incontinencia no piden ayuda médica

Un estudio realizado por el Observatorio Nacional de la Incontinencia indicó que más de seis millones de personas sufren en España pérdidas de orina, sin embargo, solo la mitad de ellas solicita la ayuda de un profesional médico.

Las estimaciones de prevalencia apuntan que una de cada tres mujeres a partir de los 50 años y uno de cada cuatro hombres a partir de los 40 han experimentado pérdidas de orina. Estas cifras revelan que la incontinencia, con una prevalencia del 15%, supera en número de afectados a otras patologías mucho más conocidas como la diabetes, la artrosis o la osteoporosis. De hecho, en todo el mundo, 400 millones de personas sufren pérdidas de orina. 50 millones de ellas son ciudadanos europeos y casi 6,5 millones, españoles. En lo que a incontinencia crónica se refiere, la cifra se eleva a 2 millones de personas afectadas en España.

Infradiagnóstico

A pesar de estos datos, la incontinencia urinaria sigue siendo una dolencia infradiagnosticada debido, por un lado, al temor del paciente a ser estigmatizado y, por otro, a la escasa sensibilización de los profesionales y autoridades sanitarias que no tienen entre sus prioridades esta patología.

La normalización de la incontinencia urinaria es el primer paso para vencer el tabú, sobre todo porque el 32% de las mujeres con pérdidas de orina siguen considerando esta patología motivo de vergüenza, hasta el punto de que el 27% oculta el problema. La misma vergüenza lleva a más de la mitad de los varones con incontinencia urinaria a aplazar durante más de un año su visita al médico.

La demora en la petición de ayuda médica está en el origen del impacto emocional que pagan los pacientes con incontinencia urinaria. Inseguridad, pérdida de autoestima, depresión, o aislamiento son algunos de los síntomas más frecuentes, hasta el punto de que nueve de cada diez varones, por citar un ejemplo, llegan a perder la seguridad en sí mismos. Esta factura emocional lleva a limitar las actividades de su vida diaria hasta el punto de comprometer sus relaciones sociales o laborales, su vida sexual o sus horas de sueño.