El “Área de la mujer” de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), explica en su web: “la importancia que tienen los microorganismos vivos que habitan en la cavidad vaginal de las mujeres sanas y cuya función es impedir la ocupación de la misma por gérmenes del exterior y el desarrollo de infecciones.
Por lo tanto, una disminución o desequilibrio en la flora vaginal deja la superficie de la mucosa de esta zona expuesta a la colonización e infección por gérmenes patógenos. Factores tales como los cambios hormonales, el ph vaginal y el contenido en glucógeno(azúcares), pueden afectar a la colonización de los Lactobacilos en la vagina y predisponer al padecimiento de infecciones en este nivel.
El tratamiento de esta infecciones se basa en la administración de antibióticos o antifúngicos, dependiendo de si el agente responsable de ella es bacteriano o se trata de un hongo.
¿Qué son los probióticos?
Según la Organización Mundial de la Saldud, son microorganismos vivos que, cuando son suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud. No se emplean como tratamiento exclusivo de las infecciones vaginales, sino como ayuda al tratamiento específico de cada tipo de infección. Su utilidad reside en que mejoran las tasas de curación y disminuye la posibilidad de nuevos episodios en las vaginosis de origen bacteriano y vulvovaginitis producidas por el hongo cándida
Su administración puede ser tanto por vía intravaginal -en forma de cápsulas vaginales o tampones, comprimidos o geles- como vía oral. Tras una infección aguda, el probiótico debe emplearse tras el tratamiento habitual, entre 5-10 días si la vía es intravaginal y entre 15-30 si es oral.
Para la prevención de nuevos episodios se suelen utilizar tres ciclos de probióticos en relación con el ciclo menstrual.