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Mujer, menopausia y obesidad

Obesidad

“El sobrepeso y  son un factor de riesgo individual importante para la mujer durante la menopausia que aumenta la prevalencia de síntomas vasomotores”, explica la Dra. María Miguélez González, especialista en Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz (Madrid). “Además, la obesidad está asociada con una mayor incidencia de síntomas urogenitales en comparación con las mujeres con peso normal y aumenta el riesgo de incontinencia urinaria. Dichos síntomas mejoran con la pérdida ponderal.

Los síntomas de la menopausia son angustiantes para la mayoría de las mujeres. Los relacionados con el sistema nervioso central, como sofocos, trastornos del estado de ánimo, del sueño, de la memoria y dificultades de aprendizaje, parecen depender de las fluctuaciones en los niveles de FSH. Por el contrario, los síntomas urogenitales (atrofia urogenital, infecciones genitourinarias, disfunción sexual), el envejecimiento de la piel y la fractura esquelética debidas a la osteoporosis posmenopáusica son secundarias a la disminución de los niveles de estrógenos, con abundante evidencia científica para todas estas afirmaciones.

La acumulación y distribución central de la grasa corporal, la caída del cabello, el desarrollo de vello facial y la disfunción sexual son debidos a aumentos transitorios en la biodisponibilidad de andrógenos”.

Desequilibrios hormonales y aumento de grasa

La menopausia y especialmente la transición menopáusica se han relacionado con un aumento de la masa grasa y un cambio en su distribución aumentando la obesidad central, así como con una disminución de la masa muscular. La creciente evidencia apunta tanto al estradiol como a la FSH como reguladores de balance energético. El estradiol interviene en el control a nivel central de la ingesta de alimentos y gasto de energía, en la regulación del almacenamiento y metabolismo de lípidos en el tejido adiposo, y regula la sensibilidad a la insulina. La privación estrogénica también podría ser la base de los efectos perjudiciales de la menopausia en el músculo. Por otro lado, la progesterona puede aumentar la síntesis proteica, por lo tanto, sus niveles persistentemente bajos podrían contribuir a una disminución de la masa magra que se observa en esta etapa de la vida.

Sistema inmunológico

Existe una estrecha comunicación entre el sistema inmune, el sistema nervioso y el sistema endocrino, es lo que se conoce como red neuroinmunoendocrina, que resulta especialmente importante en el ámbito de la fertilidad. El desequilibrio de la respuesta inmune que acontece en las mujeres posmenopáusicas puede ocasionar un deterioro de la salud. La senectud ovárica e inmunológica están estrechamente relacionadas, según la evidencia científica, de manera que la privación de estrógenos influye en el sostenimiento de un ambiente proinflamatorio mediado por citocinas.

Esquema nutricional

Durante la menopausia se recomienda llevar a cabo un esquema nutricional mediterráneo acompañado de la práctica de ejercicio físico, especialmente de fuerza. Se aconseja:

Hidratos de carbono. Alimentos con bajo índice glucémico, como son los cereales integrales, frutas, verduras y legumbres.

Proteínas. Aporte proteico adecuado para el mantenimiento de la masa muscular, priorizando proteínas de origen vegetal (legumbres, frutos secos y semillas), pescados azules y blancos, lácteos, huevo y carnes magras, frente a carnes rojas y cortes grasos.

Grasas. Las fuentes de grasas saludables que priman son el aceite de oliva virgen extra como grasa principal, el aguacate y las aceitunas, los pescados azules pequeños, los frutos secos y las semillas (lino, chía, sésamo).

Es importante no descuidar el aporte de omega ya que se busca un patrón dietético antiinflamatorio

Calcio y vitaminas D. Una adecuada ingesta se relaciona con una mayor densidad mineral ósea y con la prevención de osteoporosis y fracturas.

Magnesio. Puede mejorar el metabolismo energético y la formación de masa muscular esquelética y, junto con el triptófano, contribuye a un mejor descanso y calidad del sueño, algo a priorizar durante esta etapa.

Vitaminas C y E, beta-carotenos, selenio y polifenoles. Pueden disminuir el estrés oxidativo y protegen del daño que éste causa, además de contribuir a crear un ambiente antiinflamatorio, ideal en esta etapa.