A la pregunta de si su pareja llegaba al orgasmo, el hombre contestó: “Pues claro, si hemos tenido cinco hijos”. Este caso real que el psicólogo Agripino Matesanz describe en el libro El placer sexual (2009) es un ejemplo del desconocimiento que rodea a la respuesta sexual femenina, publica la agencia SINC.
La intensa sensación de placer que la mujer consigue con la estimulación de zonas erógenas no está ligada al embarazo. Tampoco la penetración es la forma más sencilla de lograr el orgasmo, ni se limita a un fenómeno genital. Su percepción es subjetiva y varía en función de cada persona.
La confusión generada por Sigmund Freud al hablar de dos tipos, clitoriano y vaginal –este sin base científica–, tiene reminiscencias en la actualidad. Según un estudio publicado en Clinical Anatomy, solo existe un orgasmo, aunque puede ser muy diferente cada vez. “La vagina no tiene una estructura anatómica que pueda provocarlo”, asegura a Sinc el médico y sexólogo Vincenzo Puppo.
Referente mundial en el estudio de la sexología femenina, Puppo denuncia la invención de términos como el famoso punto G, sin evidencia científica. “Algunos profesionales médicos aprovechan estos mitos y las expectativas o la angustia de las mujeres influenciadas por el mito para su propio beneficio personal”, critica.
Según la Encuesta Nacional de Salud Sexual y Comportamiento elaborada por la Universidad de Indiana (EE UU), el 91% de los hombres experimentaron un orgasmo durante su último encuentro sexual frente al 64% de las mujeres. La cifra disminuye si hablamos de la primera vez que se mantuvieron relaciones: el 55% de los varones lo consiguieron frente a solo el 4% de las féminas. Se calcula que el 10% de las mujeres nunca lo ha experimentado.
El Homo erectus, consciente del placer
La falta de estudios sobre la sexualidad femenina convierte el análisis del placer en un terreno pantanoso. “La investigación en cuestiones relacionadas con la salud de la mujer en general y la sexualidad en particular lleva un retraso de unos 20 años respecto a la de los hombres”, compara a Sinc Susan E. Trompeter, profesora de Medicina en la Universidad de California en San Diego (EE UU).
Hace cuatro millones de años nuestros antepasados experimentaron sensaciones placenteras al copular, pero no tenían noción de ello, recoge Matensanz en su libro. No fue hasta la aparición del Homo erectus –que vivió hace entre 1,9 millones de años y 70.000 años– que el ser humano empezó a ser consciente del placer sexual.
“Desde que los homínidos adquirieron la postura erguida y practicaron el sexo cara a cara hasta que el género Homo comenzó a vivir conscientemente el placer sexual pasaron, según los expertos, unos dos millones de años”, apunta el psicólogo.
En su opinión, es precisamente esta consciencia la que diferencia al ser humano de los demás primates. (…)