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El tabú de la sexualidad femenina

Sexualidad

“Hasta hace muy poco tiempo, el hecho de que una mujer con 45-50 años estuviera inmersa en un proceso peri menopáusico la hacía inviable como sujeto erótico y su sexualidad era simplemente despreciada”, dice rotunda la sexóloga Valérie Tasso, embajadora de la empresa LELO. “Afortunadamente, esta situación ha cambiado en la actualidad: en primer lugar, porque el citado modelo de comprensión del sexo va cambiado paulatinamente, en segundo, porque una mujer de cincuenta años es hoy en día un sujeto plenamente activo en todos los órdenes de su vida y conserva un gran capital erótico y, en tercero, porque es un jugosísimo nicho de mercado para todo lo relacionado con la sexualidad por su madurez y poder adquisitivo.

Históricamente, la situación forma parte de una arcaica distribución de roles que se fundamenta en lo que en sexología conocemos como el modelo del locus genitalis: aquel que ha considerado de antiguo que nuestra condición sexuada está única y simplemente destinada a la reproducción. Eso hacía que el desarrollo de la sexualidad femenina viniera condicionado por distintas etapas que eran incompatibles entre ellas. La mujer pasaba de niña (con una sexualidad inexistente y una única función moral que era la de ser garante de su virtud), a amante (cuando en etapa reproductiva podía ya cohabitar carnalmente pero siempre con la finalidad de engendrar), a madre (un elemento tutorial que abandonaba ya su faceta de amante) y, finalmente, a abuela (una persona contemplativa por su esterilidad que volvía, como en la infancia, a perder cualquier vínculo con su propia sexualidad). Estas etapas se excluían unas a otras”.

El desconocimiento del clítorís

Este órgano de la anatomía femenina se conoce desde la antigüedad, pero siempre se ha ocultado, casi temido y directamente eliminado, como sigue ocurriendo con la execrable ablación. Así lo explica la experta: “nada se ha temido más en la historia de la humanidad que el deseo de la mujer y su orgasmo como correlato de él. Ni a la peste bubónica… y no es una exageración. El deseo femenino estaba detrás de todos los males que pudieran asolar la humanidad: Eva, Pandora, Elena de Troya…, siempre detrás de una desgracia se encontraba una mujer y su deseo. Cuando Alejandro Dumas sentencia con su famoso: Cherchez la femme, lo dice a las claras: si quieres saber dónde está el origen de un conflicto, ‘busca a la mujer’. Eso, a día de hoy, se sigue viendo de un modo subrepticio, a poco que observemos en infinidad de propuestas, como series, relatos o películas. Frente a esa problemática que producía terror solo cabía una solución: la más absoluta condena moral y, asociada a ella, la negación: el tapar, el no poder ‘tocar’ (el tabú) la sexualidad femenina, sumergirla en un pozo o ‘disfrazarla’ con multitud de sandeces, mitos y tópicos espurios”.

Se eliminan prejuicios

“La masturbación empieza a ser reconocida como lo que es: una erótica en sí misma que no es el sucedáneo de ninguna otra ni tiene ninguna caracterización de condena moral, como sí la tenía cuando el sexo era entendido como algo exclusivamente reproductivo”, dice Valérie. “También se va entendiendo que la masturbación es la mejor escuela, independientemente de que una sea jovencita, soltera, esté en pareja o entrada en años, para que una mujer profundice y desarrolle su propia sexualidad.

Un proceso, éste, el de saber sexualmente quién eres, qué te gusta y cómo conseguir lo que te gusta que, tradicionalmente, ha sido por motivos morales, culturales y psicofísicos muy difícil de desentrañar para infinidad de mujeres”.

Para romper esas barreras y eliminar mitos aparecieron los juguetes sexuales y, con ellos, la mujer es una parte activa que, además, habla de ello. Valérie Tasso enumera lo que han supuesto estos artículos: “primero, la concepción del diseño que ha permitido entender la sexualidad femenina como algo no dependiente exclusivamente del coito: el hecho de que los estimuladores sexuales hayan dejado de tener inevitablemente forma fálica y un uso exclusivo de penetración ha sido muy simbólico.

Segundo, por su endiablada eficacia al permitir que la respuesta sexual femenina se concrete: los actuales juguetes sexuales surgen de un importante programa de investigación y desarrollo que ha conseguido una tecnología puntera que, por fin, comprende la anatomía sexual femenina.

Estas cuestiones han facilitado que una mujer pueda comprender mejor su cuerpo, su respuesta sexual, desinhiba bloqueos y despliegue, a través de la experiencia, su propia sexualidad sin fecha de caducidad y que lo haga de manera autónoma si lo desea o cuando lo desea sin la intervención, en ocasiones perturbadora, de cualquier otro/a. Esto último no significa en absoluto que el futuro de la sexualidad femenina pase por el solipsismo con su juguete sexual, sino que las inmensas posibilidades de aprendizaje que le proporcionan estas herramientas eróticas le permiten entregar, porque conoce su sexualidad, lo mejor cuando interacciona sexualmente con otra persona”.

Importancia de la sexualidad para el médico

“Hasta ahora para la ciencia, la sexualidad médica pura y dura no ha sido una prioridad”, sentencia Tasso. “Su función, en cuanto a médicos, era un proceder más destinado a la ‘mecánica’ orgánica y menos a las repercusiones que pudieran operar en la sexualidad de la persona: se trataba de arreglar la pieza que andaba mal para que el organismo funcionara sin preocuparse del sujeto orgánico. Si, por ejemplo, una mujer padecía dispareunia o vaginismo de forma que sus relaciones sexuales operaran con dolor, ellos trataban, cosa necesaria cuando era el caso, el valorar si existía una complicación orgánica que produjera esa desagradable sensación sin preocuparse de las particularidades subjetivas de la mujer (si tenía miedo al coito, si había sufrido una experiencia traumática, si era una manifestación de rechazo a su pareja…). Esta concepción mecanicista está afortunadamente cambiando mucho en los últimos tiempos y ya no es extraño que colaboremos con ginecólogas, urólogos y sexólogas en el restablecimiento de una paciente, porque sabemos que lo primero frente a un problema es descartar, aunque sea improbable, una causa orgánica, y ellos saben que hay factores del orden de la comprensión sexológica en el problema que no forma parte de sus competencias”, aclara Valérie Tasso.