La pandemia ha provocado que la planificación de la maternidad, tema clave en España por su caída en picado durante los últimos años, pase a un segundo plano para muchas mujeres. Así lo muestra el VII Estudio “Conocimiento y Hábitos de la fertilidad de las mujeres”, realizado por las clínicas Ginefiv, pertenecientes, en el que participaron 1.136 mujeres de entre 18 y 50 años.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 la natalidad continuó descendiendo, un 5,35% menos que el año anterior. Y es que, según el VII Estudio “Conocimiento y Hábitos de fertilidad de las mujeres”, un 70% de las mujeres encuestadas han afirmado querer ser madres pronto, sin embargo, un 60% han retrasado los planes de maternidad debido a la pandemia por COVID-19. De hecho, entre las mujeres que desean ser madres pronto, un 11% estaba intentándolo justo antes de la llegada de la pandemia y se han visto obligadas a posponer la experiencia. Entre los motivos para retrasar esta decisión se encuentran el miedo por la COVID-19 (33%), la situación laboral inestable (32%), la crisis económica (25%), el nivel de ingresos bajos (8%) y la situación de desempleo o ERTE (2%).
España se encuentra entre los países europeos que más retrasan el nacimiento de su primer hijo, según la última encuesta de Eurostat. “La pandemia está teniendo una incidencia en el retraso de los planes de maternidad y, en el caso de España donde la edad media para tener el primer hijo ya es de las más elevadas (31,22 años) supone un obstáculo para la capacidad reproductiva de las mujeres”, explica el Dr. Joaquín Llácer, ginecólogo, director médico de las clínicas Ginefiv.
Una de cada cuatro personas en España puede presentar algún problema a la hora de concebir un hijo. El retraso de la maternidad debido a la situación actual y el estilo de vida están provocando que cada vez haya más casos de infertilidad y que la calidad seminal y ovárica de los españoles descienda a un ritmo imparable.
En el caso de las mujeres, la reserva ovárica, así como la calidad de los óvulos disminuye significativamente a partir de los 35 años, afectando directamente a su fertilidad y dando lugar a una serie de complicaciones como tener que recurrir a la reproducción asistida, tener un mayor número de inseminaciones fallidas, y cuando se consigue el embarazo, un mayor número de abortos y de malformaciones fetales.